Eres lo máximo, Cachito”, gritó el grandazo Astengo golpeando con la bola 2 la 9 y metiéndola de lleno en la tronera. Y Cachito también gritó con la mano en alto.

- Cuatro más y heladitas.

A una señal de Angelito, Carlitos destapó cuatro Cristales.

- Y no las muevas mucho que no queremos champán, gritó el Che Leguizamo.

Todos rieron menos Angelito. Ese andar epiléptico del muchacho semejaba un parkinson temprano.

- Y después que estuve con la flaca me levanté a la hermana, en primera, ustedes saben como soy cuando estoy al hilo, dijo Cachito.

- Vos sos lo máximo, Cachito, dijo el Che Leguizamo apurando su vaso de espumosa cerveza.

Carlitos se sonrió. El Che Leguizamo no se dio cuenta del escupitajo que le había metido a su vaso. “Estamos iguales”, pensó el muchacho.

Todos bebían a la vez, levantando los vasos por encima de sus cabezas.

- Ya los camarones están borrachos, dijo Angelito abriendo su Hablemos de hípica.

En una esquina del billar, los dados rodaron marcando el siete y Pepe Roca jaló los quince soles del pozo.

- Ese huevón carga los dados, vociferó el negro Lobatón.

- Calla negrito, y pon tu apuesta, dijo Pepe Roca batiendo la mano.

- Voy a su mano, dijo Angelito y puso en el suelo cinco monedas de a sol.

“Pago”, dijo el negro y tiró un verde de cinco soles.

Los dados salieron con fuerza golpeando la pared.

- Ahora si te pelaste, dijo el negro viendo el cuatro. Tres y uno ni cagando, agregó.

- Fe, negrito, fe, dijo Roca socarronamente.

Los dados dieron seis, luego nueve y luego el cuatro.

- Dos patitos, chilló Roca de alegría.

- Tramposo, gritó el negro.

Pepe Roca jaló el pozo. Angelito sonrió y el negro los mandó a la mierda.

***

- Juégate un vale con Maestranza en la quinta, va con Tulo, dijo el gordo Morales pisando su pucho y echándole tiza a su taco.

Angelito lo miró de soslayo, siempre traía buenos datos. Colocó una equis sobre el once y cerró la revista.

- Sí, dijo Angelito, y va por fuera.

Carlitos salió como un bólido a comprar el vale. Faltaba una hora para el cierre.

La agencia del mercado cerraba siempre antes.

- La 11 en la cuatro, gritó Morales y la bola cayó en la tronera, limpiecita.

Astengo tiró dos billetes de diez soles sobre la franela verde.

- No voy más, dijo.

El humo de aquel garito parecía la niebla invernal que subía por el acantilado invadiendo las últimas calles de la avenida Brasil. Carlitos regresó con el vale triple.

- Maestranza, en la quinta, dijo tembleque.

Angelito tomó el billete al vuelo.

- Cuatro más heladitas, volvió a escucharse la voz cantarina de Cachito. Los cuatro dedos en alto no permitían error alguno.

- Ayer estuve con las hermanas Palmisano, fuimos al cine, luego a comer, y ya podrán imaginarse el resto.

- Eres una fiera, Cachito, dijo Kike Bürkli, limpiándose la espuma con la manga y balbuceando incoherencias desde lo más hondo de su crápula.

Se turnaban para los halagos y los brindis. Cervezas, máximos y Cachitos invadían esa tahurería como las calles de Magdalena por esa niebla que subía por los acantilados.

Robalca terminó el último comentario de la hípica sabatina; el flaco Aníbal Ezcurra comentó la carrera donde Chiquirín derrotó por una cabeza a Goldem Form. Angelito apagó el radio y tiró su vale al piso.

- Gordo huevón, dijo.

Casi a la medianoche, Cachito pidió las últimas cuatro cervezas y pagó la cuenta. 144 soles. Bebieron los últimos tragos en medio de atronadores hipos, eructos y borborigmos. Pasada la una, cuando ya el cholo Mauro Aybar había barrido con casi todas las manos de póker, Cachito se levantó.

- Bueno muchachos, me disculpan, pero el enano está inquieto y hay que darle de comer, dijo señalándose la bragueta.

- Eres lo máximo, Cachito. Esta vez fue el cojo Muñoz quien lanzó la manida frase.

Esa fue la última. Las muletas se le enredaban a Cachito entre las piernas. Había bebido más que nunca. Mientras Cachito abandonaba el billar de Angelito ayudado por el gordo Astengo, el Che Leguizamo, como era su costumbre, junto las sobras de todos los vasos y “seco y volteado”.

- ¿Y cuántas hembritas se tiró Cachito esta noche?, preguntó Angelito.

- No lo sé, perdí la cuenta, dijo el Che Leguizamo con voz gangosa, pero mientras ponga las cervezas, por mí se puede tirar hasta a su madre.